Apoyo al comunicado-denuncia por agresiones machistas

Una compa nos manda, en nombre de la Plataforma de apoyo al colectivo LGTB + de Valladolid, un comunicado-denuncia para visibilizar las agresiones y chantajes que sufrió por parte de su compa, militante de «izquierdas». Como ella misma dice: FUERA MACHUNOS DE NUESTRAS FILAS. Gracias por compartir. No estamos solas.

«Este comunicado he decidido hacerlo por varias razones. En primer lugar lo hago por mí, para cerrar mis heridas, exteriorizándolo todo; en segundo lugar por mis compañeras, para que no sufran la mierda que pasé yo al lado de una persona tan deleznable; y en tercero y último lugar, para él, por si algún día se digna a leerme que se le caiga la cara de vergüenza. No voy a adornarte las palabras, activista de Comunistas de Castilla, revísate de una vez.
Comunistas de Castilla quiso reunirse conmigo para agotar la vía diplomática y evitar que hiciese públicas las agresiones. Desde aquí les digo: si tan aliados sois, preocuparos más de sacar machistas de nuestros espacios que de negociar conmigo si veis útil o no mi comunicado.
Los hechos ocurridos con este individuo se desarrollaron de la siguiente manera. No habíamos establecido nada pero yo tenía mucha dependencia emocional, en ciertas ocasiones me sentía cosificada. Me quería cuando le interesaba, cuando él quería atención yo se la daba, pero cuando yo necesitaba su apoyo, no siempre estaba ahí. Me comía la oreja diciéndome cosas bonitas con contenido vacío, para tenerme ahí, para utilizarme. No me sentía valorada.
Si yo me hubiese dejado vello púbico “metía gol pero no morro”, si él se lo dejaba no pasaba nada. No se dignó ni una sola vez a preguntar qué prefería yo en cuanto a mi vello, pero cedí, porque de algún modo u otro condicionaba el estar cómoda con mi cuerpo delante de él. Algo tan simple como la regla, que empezaba a verla de la forma más sana y natural, él con sus caras y comentarios me hacía sentir sucia. Nunca se planteó el analizar y revisar de dónde venían sus prejuicios tanto para el vello púbico como para la regla, un comunista de diez, ya veis, una vergüenza para el movimiento antifascista.
Una vez volviendo a casa de noche, me tocó correr. Nada más llegar, se lo conté a él, y a pesar de haberle transmitido mis niveles de ansiedad y agobio, me espetó que era una cagada, que no era valiente y que a él le habían pasado cosas mucho peores, ni que lo mío fuese una pelea navaja contra navaja. Lo que menos me angustió en ese momento fue el volver con taquicardia, sino el sentirme como una histérica para él. A la mañana siguiente me desperté con una pérdida, me había bajado la regla cuando no me tocaba, fruto del dolor que me supuso sentir el rechazo y la poca empatía de quien consideraba un gran apoyo.
Conforme iba pasando el tiempo me preguntaba con gran frecuencia por qué estaba aguantando ciertas cosas que no iban conmigo, que no merecía, que me provocaban ansiedad. Él evitaba hablar de ciertos temas que eran importantes para mí con frases vacías como “si tú lo dices…”, porque alegaba que no le gustaba discutir. No era más que una excusa barata para no responsabilizarse de sus actos, era muy frustrante, intentaba compensarlo diciéndome lo mucho que le importaba. Era inútil expresarme, le era indiferente, me cansaba, me agotaba mentalmente, sentía que jugaba con mis sentimientos. Invertí energías en hacer una lista señalando actitudes malsanas que había tenido conmigo, a lo cual no se mostró receptivo. Sin embargo seguía queriendo gustarle, porque le quería, porque esperaba que cambiara.
Llegó a hacerme chantaje emocional porque no le quería enviar una foto con contenido pornográfico, según él se lo había prometido. Me hizo sentir forzada y culpable. Por un momento se me pasó por la cabeza enviarle la dichosa foto, sólo para no enfadarle, pero me mantuve firme y no cedí. A pesar de que le expliqué lo incómoda que me sentía en esa situación, me llamó mentirosa y me lo negó todo, dándole la vuelta a mi discurso en beneficio suyo, importándole una mierda como me sentía yo y obligándome a pensar cómo me debería sentir porque él tenía la razón y yo era una histérica. A la mañana siguiente me pidió perdón con las siguientes palabras:
“lo que tu digas, lo siento”. En ese momento me empecé a dar cuenta de que los buenos
momentos no compensaban los malos. No se valoraba lo que me apetecía hacer, los planes que yo
proponía, me sentí sin voz, sin ser escuchada, todo lo que él decía o hacía era mejor que lo mío.
Según él, era un aliado feminista pero cuando le señalaba actitudes y le decía que debería hacer
autocrítica me respondía “la autocrítica está para la gente que quiere cambiar, y yo no quiero
hacerlo”.
Tras un par de días me decidí, quería cortar de raíz, no soportaba más el hecho de no sentirme en
una relación igualitaria. Él rechazaba mis molestias y quejas, me ignoraba con la excusa de que no
le gustaba discutir y yo me reprimía más y más, lo cual me provocaba aún más ansiedad. No se
merecía más oportunidades ni más alertas. Quería decirle las cosas y acabar cuanto antes, así que
me tomé un tiempo para estar preparada. Me habló por whatsapp y como no le contestaba porque
no tenía fuerzas me volvió a hacer chantaje emocional con un “luego te quejas de que no
hablamos, muy bien”. No aguanté más y a la mañana siguiente ya le expuse la tortura que sentía
al estar a su lado, que era una persona tóxica que no merecía mi tiempo, ni mis energías. No me
dio explicaciones, ni se disculpó, dijo “gracias” y acto seguido me borró el número y de las redes
sociales. Un cobarde con todas las letras. Me costaba asimilar la situación, no paraba de llorar y
vomitar.
Pasados unos meses, nos encontramos de nuevo, hablamos y le di otra oportunidad, sentía que mi
historia con él no había terminado. Le veía muy ilusionado y volví a volcar en él mis esfuerzos,
paciencia y ayuda, porque en palabras suyas “quería cambiar para mí”, a lo cual me negaba y él
reiteraba “lo mejor para mí, eres tú, es estar contigo”. Fue un cambio muy drástico en todos los
sentidos, yo pasé de tenerle asco a querer estar con él, y él pasó de ignorarme a estar
tremendamente implicado en la relación. Yo evidentemente necesitaba mi tiempo de asimilación, y
en ocasiones llegó a agobiarme.
Aunque volcaba muchas energías en volver a confiar en él, no podía dejar atrás el daño que me
había hecho, pero aún así hacía tiempo que nadie me movía las cosas por dentro, y aunque me
jugaba que me la volviese a liar, me hacía muy feliz. Sentía que sacrificaba mi dignidad al estar
con él, me daban bajones de desconfianza. Nunca le endulcé las palabras, fui muy transparente y
lo cierto es que ahora estaba más receptivo que antes, pero tenía mucho miedo por si de nuevas
respondía de forma negativa.
Llegué un día de clase y él estaba en mi cama, estaba cansada y me tumbé, él empezó a tocarme,
yo no quería y mostré rechazo, a lo que él me recriminó: “qué poco cariñosa estás hoy». Me sentí
muy culpable por no darle lo que quería y finalmente cedí. Me volvió a manipular.
Decidimos trabajar en el amor libre, abriendo la relación, al poco me retracté porque no estaba
pasando por buen momento y no teníamos una buena base de confianza. Me dijo que no iba a
hacer nada con nadie y me engañó con una compañera, mintiéndole a ella también, diciéndole que
estábamos en una relacion abierta, que él me contaba todo y que yo lo iba a entender. Esa noche
durmieron juntos, primero él le tocó a ella y luego ella a él. A los pocos minutos él no pudo seguir
y decidieron parar. Al día siguiente me lo contó después de haber creado una tela de mentiras para
salir ileso, pero le pillé. En ese momento, mi pilar se cayó, no sabía cómo digerirlo. Cuando
finalizamos la conversación por teléfono, le bloqueé en whatsapp, quería tomarme mi tiempo para
asimilarlo marcando unos límites de seguridad con él para evitar que me hablara. Al instante, me
volvió a llamar preguntando que por qué le había bloqueado, que eso era demasiado y que si no
quería que me hablara con decirlo era suficiente. Le colgué diciéndole que me dejara en paz y de nuevas me volvió a llamar preguntando que hasta cuando le iba a tener boqueado. Me sentí muy violentada y en parte acosada, le bloqueé las llamadas para que me dejara de una vez.
Otra vez en la que tuvo los límites muy distorsionados fue en la que a pesar de haberle dicho que me dejara tomar a mí la iniciativa de hablarle cuando me sintiera con fuerzas, él se tomó las libertades de llamarme, le dije que eso era violencia y me dijo que no me pasase, que no lo era.
En una ocasión, a través de un intermediario, me dijo que quería hablar conmigo que era importante, como una tonta cedí porque me preocupaba mucho su salud, aún no me había revisado el rol de cuidadora. Tan solo quería escuchar mi voz, y una vez más me volvió a chantajear, pero esta vez con su vida, me decía que si no estaba haciendo nada malo para su salud es porque estaba hablando conmigo, que llevaba unos días juntando alcohol con tranquilizantes. Ahí me di cuenta de que estar pendiente de una persona así iba a acabar conmigo por mucho que quisiera en mi interior que no le pasara nada malo, tenía que dejar de preocuparme. Me intentó manipular de nuevo haciéndome sentir culpable por mi tono distante “no me puedo creer que seas ahora tan fría después de lo que hablamos ayer”. En esa conversación me dio un ataque de ansiedad mientras le decía que me dejase en paz, que me dejase vivir, pero él se mantuvo en su línea y aseguraba que no creía que estaba haciendo nada para no dejarme vivir. En esa misma llamada, se tomó las libertades de cerrar la conversación diciendo que fuese a donde estaba antes de llamarme, que seguro que estaba pensando en él.
Aún consiguiendo deshacerme del vínculo que tenía, el miedo me seguía persiguiendo, tenía pesadillas en las que me humillaba públicamente, pesadillas en las que publicaba, para reírse de mí, las fotos eróticas que le mandaba, pesadillas en las que él conseguía hablarme y yo terminaba en el sueño vomitando y con un ataque de ansiedad. Pesadillas en las que me violaba.
Me prometo que no me volverá a pasar, me prometo que no me olvidaré de mí como lo hice. Me ha costado mucho quitarme el peso de sentirme culpable de todo. Esto me pasó a mí, desgraciadamente le ha pasado a muchas compañeras y hoy ocurre en millones de relaciones, no son cosas de pareja. He tardado en darme cuenta de todas las actitudes sexistas y machistas que ha tenido conmigo, y no quiero que ninguna perdáis el tiempo como lo hice yo, no quiero que sufráis este tipo de conductas por las que pasé yo. No sintáis vergüenza o miedo en exteriorizarlas, no estáis solas. No permitáis que os quieran de la manera que a mí me quisieron. No hay excusa, no porque tu pareja esté pasando por mal momento tienes que soportar que te ignore y te infravalore. Digamos NO, digamos BASTA, porque como dice Pamela Palenciano, NO SÓLO DUELEN LOS GOLPES.»

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